PREFIRIERON MORIR ANTES QUE ABANDONAR LOS ENFERMOS A SU CARGO.
La Orden de San Juan de Dios en Málaga fue una de las comunidades que más sufrió la persecución religiosa. De los doce hermanos que servían en el Sanatorio San José, ocho fueron inmolados por los milicianos de la FAI el 17 de agosto de 1936. Tres estaban de viaje acompañando enfermos mentales; quedaron en el centro ocho y el superior, José María Gil, que salvó la vida de milagro. Los de la FAI lo habían reservado para que les llevara las cuentas y firmara para poder sacar del Banco el dinero del sanatorio, que incautaron, aplicando las leyes de la República, que impedían a los religiosos realizar sus funciones. El centro acogía enfermos neurasténicos y locos. Se encargó de regirlo un Comité revolucionario, con elementos del sanatorio, que se hizo cargo de la administración del mismo. Y que, entre otras cosas, obligaba a los enfermos a trabajar en la huerta y a limpiar el establecimiento. Vendieron la mayor parte de la cosecha, destrozaron la huerta y talaron buena parte de los árboles frutales para venderlos como leña.
BEATIFICADOS EN TARRAGONA.- Esos ocho religiosos mártires fueron beatificados en Tarragona, el 13 de octubre de 2013. Prefirieron morir antes que abandonar a los enfermos a su cargo. Al estallar la guerra civil y la persecución religiosa servían el sanatorio once hermanos y el superior, José María Gil, quien les informó sobre los peligros que corrían y les invitó a buscar refugio en el entorno familiar para preservar sus vidas. El superior se quedaría al cuidado de los enfermos, con los subalternos que ayudaban a los religiosos. Todos contestaron que preferían correr el riesgo, quedarse y no abandonar a los enfermos. El hermano Segundo comentaba: “Me parece que esta vez van a hacer una ensalada con nosotros”.
SESENTA MILICIANOS ASALTAN EL SANATORIO.- El 17 de agosto de 1936, a las seis de la tarde, se presentaron seis camionetas con sesenta milicianos de la FAI, armados con fusiles y pistolas. Encañonaron al portero y le obligaron a abrir la puerta para ir en busca de los frailes. Unos irrumpieron en la casa al grito de “¿Dónde está esa canalla?”; otros rodearon al finca para evitar fugas. Se produjo un revuelo enorme entre los enfermos, que a esa hora estaban cenando. Entre insultos y golpes fueron sacados de la casa siete religiosos, e introducidos en los coches, con el pretexto de que se los llevaban a la cárcel sin orden judicial. Pero lo cierto es que los trasladaron a las tapias del cementerio de San Rafael, donde fueron inmediatamente asesinados. A uno le dispararon un tiro a bocajarro en un ojo. A otros les tiraron a las extremidades para prolongar su sufrimiento, rematándolos luego. El más joven logró huir, espantado, pero le persiguieron y le dispararon hasta que cayó muerto. Su cadáver presentaba cuarenta y dos (42) impactos de bala. Las últimas palabras de todos fueron de vivas a Cristo Rey y de perdón para los asesinos. Uno de los religiosos les dijo: “Oraré antes de morir para que Dios os perdone”, mientras, arrodillado, recibía los disparos como recompensa. Los cadáveres fueron objeto de mofa por su condición de frailes. Los revoltosos creían tener al derecho de manos limpias para el crimen.
Alguien informó a los milicianos que faltaba un religioso. Se presentaron en el sanatorio y lo reclamaron; cerca de la finca lo fusilaron. El superior les rogó que se lo llevaran a él también para inmolarlo; pero no le hicieron caso. El Comité del centro había decidido que sólo el superior debía permanecer vivo y en su puesto. Tenía que firmar los recibos y los talones de la cuenta del Banco. Su sentencia estaba prevista para más tarde. La entrada de las tropas nacionales en la ciudad el 8 de febrero de 1937 le salvó la vida. A las diez de la mañana, una camioneta repleta de soldados entró en el Sanatorio y lo liberó. Los responsables de la incautación se habían marchado antes.
LUCIO DESCUBRE LOS CADÁVERES.- El día 18 de agosto, muy de madrugada, el superior llamó al portero, Lucio, para que averiguara el paradero de los religiosos, si era cierto que habían ingresado en la cárcel. Lucio partió en bicicleta, y a poca distancia del sanatorio, se encontró con el cadáver del hermano Segundo; acribillado a balazos yacía en un gran charco de sangre. Se dirigió al cementerio pedaleando, distante unos seis kilómetros. Allí encontró los cadáveres de los siete religiosos. Así narró lo que vieron sus ojos: El padre Silvestre tenía los ojos salidos de las órbitas, a causa de los disparos. Gumersindo tenía las manos tapándose el rostro. Baltasar aparecía con las manos crispadas y levantadas. Salustiano tenía la cabeza levantada y el cerebro salido, a unos pasos del cadáver. Estanislao huyó en el momento de los disparos y cayó unos metros más lejos. Honorio estaba boca a bajo. Reinaldo hacía en el suelo, asesinado. Fue tal el impacto que le causó la escena que no pudo subir a la bicicleta para regresar al sanatorio y tuvo que hacer el trayecto a pie.
EL COMITÉ SE APROPIA DEL SANATORIO.- El mismo día, el Comité del sanatorio obligó al superior a entregar todo el dinero que había en caja (14.000 pesetas) y a escribir una carta al director del Banco para que la cuenta suscrita por el Sanatorio pasara a nombre del Comité. Desde ese momento, la dirección del centro pasó a manos del Comité. Y el superior se convirtió en un oficinista, encargado de las cuentas y los cobros. Días después, el citado Comité ordenaba destruir todos los objetos religiosos del Sanatorio. Se salvó un cuadro de San José en la capilla y un lienzo con la aparición del Niño Jesús a San Juan de Dios.
Al hermano Marcos, colombiano, lo dejaron, por su condición de extranjero. Fue acogido por el consulado de su país en la ciudad y al día siguiente salió de Málaga en dirección a Barcelona para regresar a su país. Dos sacerdotes granadinos, mosén Enrique Cantero y mosén Cayetano Espinosa, se hallaban en el Sanatorio cuando ocurrieron los hechos. Ambos fueron detenidos por las turbas. El primero logró salvar la vida, después de pasar un calvario; el segundo pereció a manos de los revolucionarios.
MAS DE 900 PERSONAS ASESINADAS.- El mes de noviembre de 1941, en presencia de las autoridades judiciales, se procedió a la apertura de las fosas, exhumación de los cadáveres, identificación de los mismos y el traslado a la cripta, construida al efecto en la capilla del Santo Cristo de la Agonía, de la catedral de la capital malagueña. Se procedió a la apertura de las fosas por orden de fechas. Allí había enterradas mas de novecientas personas, en siete grandes fosas. Los mártires hospitalarios estaban en la fosa tercera. El 1 de diciembre de 1941 fueron trasladados a la catedral, depositados en 76 grandes féretros y 25 de pequeños, colocados en siete camiones.
Estos son los religiosos inmolados, declarados beatos en Tarragona el 13 de octubre de 2013:
SILVESTRE PÉREZ LAGUNA, SEGUNDO PASTOR GARCÍA, BALTAZAR CHARCO HORQUÉS, GUMERSINDO SANZ SANZ, HONORIO BALLESTEROS RODRÍGUEZ, RAIMUNDO GARCÍA MONTERO, ESTANISLAO PEÑA OJEA Y SALUSTIANO ALONSO ANTONIO.
Francesc Basco Gracià. (Del libro Inmolados quince Hospitalarios de San Juan de Dios en Calafell, 2ª edición).